lunes, 22 de diciembre de 2014

El retorno a Bonn (parte III)

En la última entrada, nos quedamos en el reencuentro con mis niñas.

Después de eso, nos fuimos al centro, donde pude volver a disfrutar de mis dos tiendas favoritas de Alemania: Thalia y DM. Quiero que estas dos franquicias invadan Barcelona, es una necesidad vital.
Después de eso, pasamos el resto del día haciendo turismo por Bonn y cerramos el día con una buena Currywurst y un Glühwein en el Weihnachtsmarkt (Mercado de Navidad).

Al día siguiente (domingo 7), volvimos a Casa, donde había quedado con la madre para llevarme al perro esa mañana, y dejar las maletas. Muchas diréis que estoy loca, pero mi Tontorrón se merece más de una entrada en este blog. El caso es que quería visitar de nuevo un parque precioso que tiene Bonn, Rheinaue (más información del parque aquí), y ya que iba, aprovechaba y me llevaba a mi niño de cuatro patas. Eso si, antes de irnos a pasear, mi madre alemana tuvo a bien de invitarnos a desayunar y darme las llaves de casa. Tal y como lo oís, para que me diga alguien que no soy como de la familia.



Como veis, tuvimos la suerte de tener una mañana extrañamente estupenda y despejada para ser diciembre en Alemania.

Después de pasar la mañana en ese parque, volvimos a casa a dejar al perro y nos fuimos a visitar Köln.


Hay que decir que para comprar el billete de tren, tuve que volverme a pelear con las maquinas de la estación, que para espanto nuestro, finalmente nos escupió dos "billetes" y pensamos seriamente que nos habían cobrado 40 euros de más. Después de preguntar a la señora simpática del DB, a la que le haces preguntas de SI o NO y ella solo te cuenta el PORQUE, nos enteramos de lo que ya estábamos sospechando, que uno de los papeles era el billete y el otro, el recibo.

Una vez llegamos a la ciudad, toda la buena mañana que había echo en Bonn se nos giró en un día gris de llovizna (y no tan llovizna). ¡Hasta tuvimos que abrir el paraguas! (Cosa que para quien no lo sepa, en Alemania solo se hace si cae el diluvio universal, sino, gorro y arreando).

Visitamos el centro, las orillas del Rhein y finalmente, cuando oscureció, nos acercamos a pasear por el Weihnachtsmarkt, donde cenamos unos buenos Weisskohlkuchen, que vienen a ser buñuelos planos de pasta de repollo y cebolla fritos en mantequilla (se que explicado así no puede ser apetecible, pero lo juro, está bueno).

Finalmente, volvimos a casa. Y es que mi madre alemana se negó a que nos fuéramos directamente al aeropuerto y nos ofreció quedarnos a pasar la "media noche" que nos quedaba colgada (hasta las 4 am) en casa.

Llegamos, abrimos con la llave y previa despedida de los padres y de la niña mayor (esperaba encontrar a las otras dos, pero acababan de caer rendidas en la cama), ellos se fueron a dormir, diciéndome que como bien sabía, en la cocina estaba la nevera, la maquina de café y lo que hiciera falta.

Nos quedamos en casa haciendo tiempo, durmiendo, tomando café y rehaciendo maletas hasta la hora prevista, cuando cogimos las maletas y, despidiéndonos de Alemania, nos fuimos hacia el bus que nos llevaría al aeropuerto.

Espero poder volver a visitar esta maravillosa familia en verano, porque la verdad es que los echo de menos.

sábado, 13 de diciembre de 2014

El retorno a Bonn (parte II)

Hace unos días, os conté que iba a volver a Alemania de visita aprovechando el puente de diciembre.

No se por donde empezar a explicar este maravilloso fin de semana que he vivido: tantas emociones, tantos nervios, tantos abrazos, tantos sitios que me traen recuerdos y tanta gente que ha echo que luzca una sonrisa permanente durante esos días... Creo que por mucho que lo describa, ni siquiera se acercará a lo que sentí o lo que viví, pero vamos a intentarlo. 

Empecemos por el principio, ¿no?

El viernes a las 17:00 cogimos las maletas y nos fuimos camino al aeropuerto de Barcelona, donde a las 19:30 despegamos montados en un precioso avión de Germanwings. Llegamos al aeropuerto de Colonia-Bonn a las 21:45, y previo viaje de 35 minutos bus (donde comprobé que hay cosas que no cambian nunca, como la "simpatía" de los buseros alemanes) llegamos a Bonn. Cenamos en el Mcdonnals de la Hauptbahnhof y nos fuimos andando al hotel (para los interesados, fuimos al hotel Ibis de Bonn, que por cierto, esta genial si queréis ir), situado a unos 15 minutos andando del centro. 

La mañana del sábado nos despertamos a las 7:30, ya que había quedado con mi HM para ir a desayunar a casa. A desayunar, habéis entendido bien: en España invitamos a comer o cenar, en Alemania invitar a desayunar es lo más normal del mundo. El caso es que nos duchamos y nos fuimos paseando a la casa de mi Hostfamily. 

Fue bonito darme cuenta que me acordaba de todo el camino (el hotel estaba en la calle de enfrente de una piscina que frecuentaba con las niñas). Llegar a mi barrio fue... impresionante. Recordar todos los momentos que viví ahí, ver que todo seguía igual... Impresionante, ya os digo. 

Como podéis imaginar, el momento más esperado fue cuando llegamos a Casa. Las niñas no sabían que venia, así que era una gran sorpresa. Yo esta atacada de los nervios, no miento cuando os digo que me temblaban las manos y el corazón se me salía del pecho. Me daba PÁNICO que las dos niñas mayores no me reconocieran (la pequeña estaba a punto de cumplir los 3 cuando me fui, así que lo lógico seria eso, que no me reconociera), o que me saludaran con indiferencia, como si hubiera venido alguien cualquiera. Estaba realmente cagada de miedo. Pero llegó la hora de subir las escaleras hasta la entrada, darle al timbre, y ver que pasaba. 

Ahora os cuento como estaban las cosas dentro de casa: las dos niñas pequeñas no sabían nada de nada, pero la madre le había dicho el día anterior a la mayor que alguien vendría a desayunar, para que se despertara y se duchara. El problema es que la niña tiene 14 años y el echo de que la madre no el dijera quien venia, la llevó a un cabreo bastante importante, ya que pensaba que serían sus abuelos o algo así y su madre solo quería que se levantara pronto y se duchara. Para conservar la sorpresa para las pequeñas, la madre no había puesto plato para nosotros y habían empezado a desayunar a la hora habitual de los fines de semana (las 9, más o menos).

El caso es que desde la mesa del comedor, a lo lejos, se ve el ventanal que da al frente de la casa, con lo que puedes ver un poco quien sube las escaleras de la entrada (la puerta de entrada está un piso elevada, entras por el primer piso, por así decirlo). Al subir nosotros, la niña mayor vio a la persona que me acompañaba (yo ya había pasado), y como ella misma confesó después, lo primero que pensó fue: "¿Para que me hacen levantar tan temprano si NO CONOZCO a la gente que viene?". Esto solo aumentó su cabreo, que no mejoró cuando, al sonar el timbre, su madre le dijo que fuera a abrir (las niñas no se pueden levantar de la mesa sin permiso). Así que con todo ese buen humor, se dirigió hasta la puerta de la cocina, que da a un pasillo donde al final, está la puerta de entrada, que está echa de madera con ventanas de cristal.

Ahora volvemos a la calle, donde nos encontrábamos nosotros. 

Vimos a la niña mayor, que cruzó la puerta de la cocina, miró a la puerta de entrada y al verme, frenó en seco con una cara parecida a esta:



Juro que tardó unos segundos en reaccionar. Después pegó un grito seguido de un "¡¿PERO QUE HACES AQUÍ?!" mientras venia corriendo hacia la puerta, abría y se abalanzaba sobre mi (que casi me tira, la muy bestia). Pero esto solo podía mejorar, ya que con el grito de la mayor, la mediana vino corriendo y justo cuando la loca de la mayor me soltó, aparecía ella por la puerta de la cocina.

La pobre se quedó en shock, agarrada al pomo de la puerta y mirándome con los ojos desorbitados sin creerse lo que veía. Dijo me nombre y yo la saludé, cosa que pareció sacarla del trance y vino corriendo a abrazarme. 

Cuando me soltó, conseguimos pasar de la puerta y entramos. En ese momento apareció la pequeña seguida de la madre y el padre por el umbral de la cocina. Saludé a la pequeña y puso lo que yo llamo "cara de vergüenza", y se fue con una sonrisa de bicho (eso no ha cambiado en ella jajaja) a esconderse detrás de la pierna de su padre.

Las niñas estaban emocionadas y felices de verme. Como le dijo la madre a la mayor: "Este es tu mejor regalo de Nikalaus", y es que fui justamente la mañana en que Nikolaus (el Papá Noel alemán, por así decirlo) deja sus regalos.

No os podéis imaginar lo que sentí en ese momento. Fue mágico. Nos sentamos a desayunar con todos ellos y fue precioso, de verdad. Parecía que nada había cambiado desde los desayunos que pasé ahí durante todo mi año au pair. Todo seguía igual, salvo que las pequeñas habían crecido una cabeza cada una y la mayor ya es más alta que yo. El padre incluso me recordó con una sonrisa, mientras yo le ofrecía una bandeja de panecillos a mi acompañante, que los de la otra bandeja eran "el pan de verdad", y es que el hombre aún recuerda su batalla perdida durante el tiempo que estuve ahí para hacerme entender que el pan blanco es insano y mortal. Que recordaran todas estas tonterías me hizo sentir muy especial.

Después de desayunar y de hablar largo y tendido, nos llevaron de tour por la casa, para enseñarme las cosas que habían cambiado (sobretodo los muebles de las habitaciones de las niñas). 

La mayor está en el apogeo en su adolescencia, y su habitación lo demostraba.

La mediana seguía igual que siempre, sus gustos son los mismos y por fin ha conseguido un futbolín para su habitación (ya lo pedía cuando yo estaba ahí).

La pequeña, a pesar de no amar incondicionalmente el rosa como antes, sigue apreciandolo mucho y su delirio de princesa sigue creciendo. Lo que me emocionó al entrar a su habitación fue ver que aún tiene colgada una mariposa que hice para ella con un rollo de papel higiénico y cartulina (hicimos esta manualidad con las dos mayores y al no estar ella ese día, yo le hice una). Lleva ahí dos años. Increíble. 

Después de esto, hacia las 12, las niñas tenían que irse a hacer varias actividades y nos fuimos cada uno por su lado. 

Este reencuentro fue algo que nunca olvidaré. Las dos mayores se acuerdan perfectamente de mi y de las cosas que hicimos juntas, y la pequeña es muy curioso, porque a pesar de no situarme, sabe que hay una persona con mi nombre que la cuidó y que hacía cosas con ella. Según me han contado, estuvo más de un año preguntando por mi una vez me fuí, y a día de hoy, su madre le tiene que leer casi a diario un libro que les traje a ella y a la mediana durante mi año. 

Todas estas cosas me hacen pensar que aún sigo viva en esa casa, que hablan a veces de mi y me recuerdan. Parece ser que no lo hice tan mal. Saber que puedo contar con ellos para lo que quiera, que parte de mi familia es alemana y que allí siempre tendré un techo cuando lo necesite, me hace muy, muy feliz.

Pero por hoy, lo dejo aquí.

En unos días os contaré lo que hicimos el resto del fin de semana, y de como pasamos casi más tiempo en casa de mi HF que en el hotel, que esto esta quedando muy largo y os voy a aburrir. 


Continuará...

viernes, 5 de diciembre de 2014

El retorno a Bonn

En menos de 15 horas voy a estar en Bonn, en mi ciudad, porque es y será siempre mi ciudad, por la gente y los momentos maravillosos que viví ahí. Casi dos años después de irme, dejando a una gran familia y a muchos amigos, he encontrado el momento de volver, aunque solo sea un par de días.
Estoy emocionada e histérica a partes iguales. Que os voy a contar, las 3 de la mañana y aún no puedo pegar ojo.

Voy a volver a ver a mis niñas.

En serio, no tenéis idea de lo que siento al decir esto. No se como describirlo. ¿Ilusión? ¿Alegría? ¿Miedo? Una mezcla de todo. Se que la pequeña no me va a reconocer, o eso estoy intentando asumir, porque se que me va a costar. Tampoco sé si la mediana me reconocerá (tenia 6 años cuando me fui). La mayor, si no me reconoce, directamente la descabezo. Juro que me he planteado cortarme el pelo por miedo a que no me reconozcan con el pelo largo (en 2012 yo lucía un precioso pelo-seta gentileza de un peluquero alemán).

Porque ¿sabéis? Las niñas no saben que voy y por lo tanto no puede haber aviso previo de quien soy. Gentileza de su madre, que quiere que sea una sorpresa el verme en la puerta (y yo estoy cagada de miedo por esto).

Llevo regalos para ellas. Lo fácil que ha sido comprarles algo ahora, comparado con lo que me costó poco antes de llegar a su casa hace dos años... Espero que no hayan cambiado mucho y la haya acertado. Vaya, espero no encontrar a 3 desconocidas (aquí aparece el miedo).

No me voy a quedar en mi casa (porque si, siempre será también mi casa como bien me ha insistido la madre cuando la llamé), ya que voy acompañada y aunque quiero verlos y disfrutarlos, prefiero reservar parte de mi tiempo a la familia y lo que quede disfrutarlo con esa persona especial que me acompaña, ya que llevarle ahí, para mi es algo parecido a enseñarle parte de mi mundo, del que solo ha oído hablar (hasta la saciedad, hay que admitirlo) y que no conoce. También estoy nerviosa por volver a pasear por esos sitios que tanto he disfrutado.

Solo espero no echarme a llorar en alguno de estos momentos. Casi que estoy más nerviosa ahora que ese lejano día en 2012, donde me subí a un avión sin imaginarme siquiera lo que me esperaba al salir de él. Ojalá todo vaya bien.


Deseadme suerte. A la vuelta os cuento.