martes, 28 de abril de 2015

Enfermedades infantiles y otras maneras de odiar a los niños

Se que os debo la continuación de mi traición al mundo au pair, pero como persona que lleva desde el jueves con fiebre, me permito la libertad de desahogarme.

Y es que hoy os vengo a hablar de esas bombas biológicas, esas pequeñas armas de destrucción masiva, esas malditas fuentes de enfermedades que son los NIÑOS.

No, no soy cruel, ni despiadada. Solo pienso que si me dais un pañuelo con mocos de un niño menor de 12 años, puedo borrar del mapa a una población del tamaño de China solo con pasearme con el por las calles.

Como algunas sabrán, aprovechando que mi jefa aún está de baja maternal, éste mes he compaginado mi trabajo de nanny haciendo talleres de manualidades en distintos colegios (cosa que llevo haciendo desde setiembre). Esta semana pasada, siendo el jueves 23 de abril (día de Sant Jordi), me he hartado a hacer dragones, rosas, princesas y caballeros.

Y entre dragón y rosa, toma mocos y niños enfermos. Muchos niños enfermos. Que me pregunto yo, porque sus malditos padres no dejan los niños en casa cuando están con los mocos a la altura de la rodilla, imagino que para que la gente como yo se pase cuatro días en cama al pasar por su lado.

Han sido estos cuatro días los que me han llevado a realizar un estudio muy muy profundo sobre esto. Finalmente, he descubierto los 5 tipos de niños enfermos:

El del moco sorpresa

El clásico. Es ese que está estupendo, genial, sin síntomas y de golpe ¡zas! ¡ACHÍS! Toma moco hasta el suelo. Puntos extra si se saca la lengua cuando el moco sobrepasa la boca. Regalo si ese moco lo suelta encima de alguien. Premio si no se sabe limpiar solo y aparece arrastrando el moco hasta su profesora/monitora/loquesea al grito de "tengo mocooooos".

El de "he vomitado añadir aquí momento de ese mismo día"

Ya querido, PUEDO OLERLO. Enserio, si tu hijo vomita en la entrada del colegio, y sobretodo si es pequeño, con suerte y poniéndole velas a algún santo, no se manchará, pero el olor del vómito se pega muchísimo y créeme que tu hijo va a oler mal. No hablemos del hecho de que el niño puede volver a vomitar y ya entonces ni te cuento. Llévalo a casa ni que sea a lavarle los dientes, por Dios.

El drogao

Este es el que no se queja, que sigue el ritmo de la clase como puede, pero que está apagadillo, como amodorrado... vamos, que parece haberse fumado tres porros antes de entrar. Te da por acercarte y si señor, al niño se le pueden freír huevos en la frente. Llamas a los padres para informarles de esos 39º sospechosos de su hijo y te contestan que ellos están trabajando pero oiga, que le podemos dar el chute de Dalsy que obviamente ellos ya le han dado en casa y que como podemos ver, ha funcionado de maravilla.

El perrillo

¿Os suena eso de la tos de perro? ¿Esa tos tremenda, de fumador de dos paquetes diarios los últimos 30 años? De golpe estás en clase, con un grupo de niños pacíficos y silenciosos, hasta que un ruido semejante a un hipopótamo atragantándose rompe el silencio. Terror. Identificas al niño e intentas no acercarte mucho el resto de la hora, por seguridad. Como mucho, le dices que vaya a beber agua si ves que se pone azul.

El "la madre que te parió, cabrón"

He intentado ser suave, pero mis días de fiebre me han afectado. Este es el típico niño que espera, sin más motivo que el de joderte, a tenerte cerca, entendiendo como cerca el tenerte agachado justo delante suyo, y sin motivo ni sospecha de que va a hacerlo, toserte, estornudarte o soltarte un moco del tamaño de Cuenca en la mismisima cara.

Y a ti, mientras te pasas la manga por la cara, se te parte el alma pensando en el fin de semana que te espera, hecha un kebab en la cama mientras lloras y un rollo de papel de váter con su respectiva montaña de pañuelos usados te acompaña.


Muchos ánimos a todas las enfermas de esta época del año, sobretodo a las que trabajan con niños y les pegan todos y cada uno de los virus que puedan tener. Algún día los contagiaremos nosotras a ellos y ganaremos la guerra. Palabra.


lunes, 6 de abril de 2015

De cuando traicioné el mundo au pair y me hice nanny

Un poco hasta el nabo de el panorama laboral de este maravilloso país en el que vivimos, cansada de trabajos donde no me tratan bien y la amenaza de despido es continua, constante y sistemática, me dediqué a buscar algo tranquilo en lo que trabajar estos próximos meses. Y así fue.

Soy nanny. Aquí, en Barcelona. En una familia británica. Soy nanny. De las que cobran bien. De las que tienen contrato y están aseguradas en la seguridad social. Y no cocinan. Ni limpian. Ni nada.

Trabajo 6 horas al día, aunque me paso 8 horas en la casa de la familia. Obviamente (o no tan obvio), me pagan las 8 horas, aunque dos no las trabaje, pero que por ser tan poco tiempo no me permiten hacer nada que no sea quedarme en esa casa, leyendo o haciendo lo que quiera. Cuido a un niño de casi 3 meses que duerme de media unas 4 horas de las 6 que trabajo.

¿Que cómo me siento? Pues algo parecido a esto...


Pero para que me perdonéis esta traición al gremio, os voy a contar como fue mi primer contacto con esta familia, de como viví las entrevistas y demás.

Todo fue muy rápido. Un martes hablé por primera vez con ellos y el jueves ya tenía cita con los padres para reunirnos en su casa el sábado.

Dicha casa está a 40 minutos en tren de dónde yo vivo, lo que en principio no es ningún problema salvo que sea sábado y la línea de tren que me lleva directa a su ciudad no pase por la mía los sábados, domingos y festivos. Sin que yo lo sepa y sin que los siempre amables y simpáticos trabajadores de RENFE pongan un horario actualizado visible en la estación para que el resto de mortales lo podamos ver y no estemos media hora esperando un tren que jamás pasará por ahí.

También hay que sumar que esa gente no vive en la ciudad, que va... Vive en una urbanización a 10 minutos en bus de ahí... arriba de una montaña.

Ya podéis intuir por donde fueron los tiros el primer día que fui a esa casa. No llegué tarde por milagro del destino y porque los astros se alinearon.

El caso es que yo soy una persona muy previsora y busqué la dirección en Google maps para chafardear donde tenía que ir. Fui incapaz de encontrar la puerta de la casa, ya que el San Google me mandaba derecha a un sólido muro de 3 metros de alto que se alejaba por ambos lados de la calle. Decidí, al final, ir sobre la marcha e improvisar.

Llegó el sábado y a las 9 y media de la mañana viví mi primer viajecito aterrador en bus por esas calles empinadas nivel Everest, que me llevó arriba de una montaña dejada de la mano de Dios. Sin lugar a dudas, Google no mentía y me encontré, sin quererlo ni beberlo, delante de ese sólido muro sin señal alguna de que una puerta existiera.

Me plantee seriamente la opción de que se hubieran equivocado al darme la dirección. Pero después de ir calle arriba y no encontrar nada más que el muro, fui calle abajo y ahí estaba, una enorme puerta maciza de hierro ornamentado con una preciosa cámara apuntándome directamente al careto. Le dí al timbre y esas enormes puertas se empezaron a abrir solas y casi me provocan un ataque al corazón. En ese mismo momento descubrí que mi querido muro eterno no era otra cosa que la pared que separaba el mundo de un precioso oasis.

La madre me vino a recibir, porque con semejante tamaño de jardín, oiga, nunca se sabe donde se puede perder uno.

Cuando vi la casa solo me vinieron ganas de echarme a llorar en un rincón, y eso que ese día no vi más que el recibidor y una sala, pero total, ¿que es una casa antigua de nueve (si, nueve) habitaciones y tres salones comparado con mi pisito de una ciudad de las cercanías de Barcelona?

Resultó que el padre no estaba ese día, pero hablé largo y tendido con la madre.
Primero me presentó al niño. No es que yo tenga mucha experiencia con niños tan pequeños, así que la cosa fue un poco, digamosle... incómoda.

Yo le miré con una cara de "¿Y tu como funcionas?" parecida a esta:


El me miró con una cara de espanto tal que así:


Después, miraculosamente, se rió y la madre me dijo "Le gustas!". No me digas. Me verá cara de tonta, imagino. Aún hoy me pregunto si el niño se ríe conmigo o de mí (sospecho que lo segundo).

Seguimos con una larga batería de preguntas, que con lo bueno que era su castellano y lo bueno que es mi inglés, bien podrían haber sido así:

¿Has cambiado pañales alguna vez?
Alguna vez... recuerdo una en concreto que me hizo meter a una niña alemana de 2 años de cabeza a la ducha por ir cagada de la nuca hasta los pies por una diarrea de lo más olorosa. No creo que tu niño de 2 meses supere eso (guiño guiño).
¿A que quieres dedicarte cuando termines la carrera?
Yo ejque voy a entregarme al señó, ¿sabe usté?
Nosotros no sabemos mucho como va el tema de las nannys en Barcelona, ¿como lo hacéis?
Fácil: yo vengo a tu casa X horas al día, trabajo, me voy a mi casa y a fin de mes tu me pagas abundantemente. Muy abundantemente. 
¿Cual es tu mejor cualidad?
Hago unas pedorretas envidiables.
¿Cuales son tus últimas experiencias laborales con niños?
La más reciente es en un colegio de curas con niños poseídos a los que no podía ni premiar ni castigar, la anterior en un campamento de verano donde los monitores no íbamos drogados pero solo dormíamos 4 horas diarias, lo que a efectos es lo mismo, y antes también he estado en otro colegio, este público, donde tanto los niños como las niñas tenían una grave obsesión con los penes y el sexo. Estoy inmejorablemente capacitada, como puede ver: mis últimos trabajos abalan mi cordura.

Finalizada esa pequeño interrogatorio, ella me pidió si podía venir el siguiente sábado, así también podría hablar con el padre de la criatura. Que ella no había podido esperar a que volviera su marido para hablar conmigo, me dijo, y que a ella le había gustado mucho. Vamos, que ella había echo la primera criba y que llego a no gustarle y me hace la del "ya te llamaremos".

Para terminar, negociamos precios y horarios (más bien ella me propuso un horario y un precio y yo morí de alegría y felicidad con los dos), aunque solo era una aproximación y el siguiente sábado podríamos ser todos más concretos.

Llegó el siguiente sábado y... no, esperad. Esto mejor os lo cuento en la siguiente entrada.


Continuará...